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Agua que no se derrama

Por Patricia Karina Vergara Sánchez
Feminista, periodista y profesora

Desmoronas al mundo,
en tu hacer de cada día.
Parece que sabes que es tu tarea,
más importante que cualquier otra.

Como si al amanecer enumeraras los deberes:
Lavar la ropa.
Patear al patriarcado.
Alimentar a las gallinas.
Acompañar a una amiga.
Traer los víveres.
Silenciar a un misógino.
Coser la falda roja.


Vas por la calle, para el mercado
y detienes, retadora, la mano del acosador
antes de que toque a la niña.

Confrontas
a la que se ha pintado de rubio el cabello,
le preguntas que si no se mira prieta en el espejo.

Asistes a misa y le dices al curita ese
que qué panzón está hoy
y qué flacos andan los niños.

Cuando te señalan los corrillos
que por qué eres madre sola
contestas que no estás sola
que te tienes contigo.

Cuando te pregunto
que por qué te llamas feminista
qué entiendes tú de la palabra esa,
en esta provincia escondida.

Tú me dices que te imaginas,
que tal vez, que ha de ser,
como cuando hay sed en este pueblo.

Cuando las mujeres acarrean las cubetas de agua,
se ayudan, todas juntas,
todos los días,
por el mismo camino.

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Los trapecistas*
Cristina Peri Rossi
Y ahora, María Teresa, hasta otro día.
No más flores en mi cuarto, María Teresa, esperando tu venida. María Teresa en el álbum de las fotos es una sombrita corrida, una mancha de líquido que se ha secado dejando su flor amarilla. Del líquido fijador que atestigua para siempre, María Teresa, que tu mirada es la más tibia de las miradas que yo pueda recordar, evocar un día, que tu sonrisa de nada se va al viento, porque eres noble y las señas de tu rostro allí están reveladas para siempre, para que mañana tus nietos las recojan entre risas “Fíjate que tiempos aquellos, qué risa los vestidos, la moda tan ridícula y las poses, todas prefabricadas” o sea el Señor Comisario Encargado de Pesquisas el que venga a requisar, entre los médanos de papeles que suben por mi cuarto Las Huellas De Aquella Muchacha Que Usted conocía, y descubran, entre recortes amarillos y ya inútiles, entre recibos impagos y ensayos de teatro, entre programas de cine y frascos de remedios, tus señas María Teresa, pasto de archivos, y me pregunten qué has hecho, qué hemos hecho, qué hicimos aquel día aquél aquél aquél, aquel día que ya no recuerdo que vimos una película no me acuerdo cuál que nos metimos en un café horrible donde nos bebimos una taza de no sé qué y yo no diga no diga o les diga lo que no sé: dónde estás qué hiciste qué hicimos porque el viento y el tiempo y María Teresa y acaso si supiera dónde es que estás. Mejor, así no les digo nada. Y yo te tomé la fotografía sin que te dieras cuenta, hice como que la máquina estaba descargada porque tristemente intuía el presente, porque sabía que cada minuto era un minuto y pasajero entonces blandí la cámara como en un juego, el juego aquel que tristemente deslizamos y oprimí el disparador que no debía fijar nada y en el silencio cómplice íntimo de la película —ella y yo hermanos— María Teresa fuiste una flor, María Teresa, hermana y amiga, fraterna y amante, de pronto fuiste una instantánea, un pedazo de cinta que se impresionó con la luz de tus ojos tu perfil y si también hubiera sido una cinta sonora, ahora yo estaría viendo no solamente tu sonrisa sino que además hubiera registrado tu voz, tu voz diciéndome en juego “Por favor no juegues” tu voz diciéndome “Esta tarde y esta tarde y esta tarde” María Teresa diciéndome “Loco loco loco loquito” y “Eres tú eres tú eres infinito”.
Qué has hecho qué hemos hecho qué hicimos nosotros dos, tú sola por separado, separándote de mí en cualquier momento.

Porque
Los días se cruzaban como ejércitos contrarios
y las noches eran venéreas
Noches de bálsamo y vigilia
de dicha centinela
de vértigo y de celo
habíamos descubierto un nuevo romanticismo, éramos los adelantados, los profetas del sentimiento moderno.

La gran hemorragia del Ego de pronto sustituida por la vena siempre abierta de ustedes del nosotros de ellos.

Hundido el pequeño dios del yo erigimos el gran templo del ustedes; a un vértigo sigue otro vértigo a un mártir cinco mártires
toda cuestión de plaza y de volúmenes;
sustituir el circo y el león con el cristiano adentro
por cualquier calle el ejército y uno de nosotros al centro, bailando.
O, en lugar de la cruz los clavos y el martirio,
la cárcel la tortura y la muerte
La ergástula el gueto el flagelo
la selva el alambrado la picana
una muerte innominada, “desaparecido”, “ignórase su paradero”, “accidental” “casual” “descuido” “involuntario”;

lo mismo, María Teresa, pero vestido de otra manera.

El mundo, ayer y hoy, armado con gran complicidad, con la ayuda bendita de todos, algunos más o menos inocentes, con los Santos Oficios los Papas y el Opus Dei, The New Yorker, Mc Namara, La Falange, El Movimiento Por La Paz y La Familia, El Comité Internacional Por el Mantenimiento de la propiedad, Richard Nixon y las grandes rotativas; James Bond, Briggitte Bardot y las alhajas de Liz Taylor, todo en las misma arena, pero ten en cuenta, siempre montado para que nada se conmueva y los cristianos de ayer, bajo otro nombre y nuevas apariencias, comparezcan en la arena del circo, bajo leones tan solemnes, tan voraces, tan buenos funcionarios y padres de familia.

La lista María Teresa, ya era extensa sin tu nombre, por eso es posible que yo no me resignara a agregar el tuyo, a regalarles graciosamente tu mirada, tu sonrisa, tu piel caliente, la intimidad de tu cuerpo, la arrolladora comunicación de tu vientre, los brazos largos y blancos, las lomas suaves de los senos con su lago central, tus piernas dos remos suavemente bogando a los costados,
María Teresa yo no quise hacerles ese regalo, tuve el deseo absurdo e imposible de cavar un hueco,
tuve el deseo absurdo e imposible de abrir un foso en medio de la historia,
un hoyo, una hondonada,
construir un subterráneo donde apartarnos, donde esconderte, donde guardarte y prometerte, donde tenerte olvidada cuidada y agasajada.

María Teresa en una isla de la historia,
María Teresa escapada del libro que enseña la lucha ininterrumpida

María Teresa huida de la Biblia, del circo, de los leones, del cepo de la tortura, de la guerra, de la peste, del cerco,
María Teresa cavar para ti un margen
donde sustraerte.
los tiempos no están buenos, hay muerte por todos
lados
y yo temía de ti, temía de lo otros este determinismo mortal
este ceñirse a las reglas que vienen cumpliéndose desde tiempos inmemoriables
reglas que son las alas de un pájaro implacable.

Voló voló voló
voló el pájaro una vez más, María Teresa, y con él quedó
nuestra casa aturdida y levantada
nuestra casa revuelta y revisada,
niña desvestida,
nuestra casa morosamente registrada
se vino abajo
cayó
como una impresionante catástrofe de niños
como el derrumbe de un palacio sin sostén
sin cimientos
nuestra casa aturdida y desvariada
por perros que olisquearon sus paredes
como el sexo arañado de un niña desflorada
como una vagina arada
Nuestra casa hollada.

No es que llore sobre sus cenizas
como lloro
es que este tiempo duro
como un pan muy viejo que me niego a masticar
va envolviéndome con su humo
en su dormidera gris
en su menosprecio
Este tiempo y su destino
Es que me van enfermando
tengo miedo, María Teresa, te lo digo, donde estés, a sollozar a ponerme tierno y melancólico como joven que aún no hubiera conocido mujer
tengo miedo de amanecer neurótico, hipocondriaco
y que pronto vengan los anestesistas a convencerme
de que la vida no es tan mala aún
de que siempre queda alguna cosa
alfil o mujer
no sé qué
el fútbol o la posibilidad de escribir en verso
y tu fotografía, entonces, María Teresa,
sea el testimonio definitivo de la clausura de la historia.

Tu fotografía su vago mensaje
hagan cementerio en mi corazón
tu fotografía
la sonrisa
montada
a
lomos
de tu partida
tu fotografía
y
el
Comisario
registrándome la casa los papeles los libros los recuerdos el álbum el herbario la azotea el interior de los muebles la heladera las revistas de cine y de fotografía la agenda con los teléfonos la guía con los nombres subrayados los mapas de aerolíneas la cubierta de los discos el fondo del televisor los estuches de remedio el vientre de tus perros de peluche y el elástico de la cama.
Miedo María Teresa del circo.
* Extraído de Indicios pánicos, Ed. Bruguera, España, 1981.
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Este poema fue me lo presentó una querida comadre, el pasado 8 de marzo
Es de Gioconda Belli, infaltable ella entre nosotras.

Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres
¡Qué poco es un solo día, hermanas,
qué poco, para que el mundo acumule flores frente a nuestras casas!
De la cuna donde nacimos hasta la tumba donde dormiremos
-toda la atropellada ruta de nuestras vidas-
deberían pavimentar de flores para celebrarnos
(que no nos hagan como a la Princesa Diana que no vio, ni oyó
las floridas avenidas postradas de pena de Londres)
Nosotras queremos ver y oler las flores.
Queremos flores de los que no se alegraron cuando nacimos hembras
en vez de machos,
Queremos flores de los que nos cortaron el clítoris
Y de los que nos vendaron los pies
Queremos flores de quienes no nos mandaron al colegio 

para que cuidáramos a los hermanos y ayudáramos en la cocina
Flores del que se metió en la cama de noche y nos tapó la boca 

para violarnos mientras nuestra madre dormía
Queremos flores del que nos pagó menos por el trabajo más pesado
Y del que nos corrió cuando se dio cuenta que estábamos embarazadas
Queremos flores del que nos condenó a muerte forzándonos a parir
a riesgo de nuestras vidas
Queremos flores del que se protege del mal pensamiento
obligándonos al velo y a cubrirnos el cuerpo
Del que nos prohíbe salir a la calle sin un hombre que nos escolte
Queremos flores de los que nos quemaron por brujas
Y nos encerraron por locas
Flores del que nos pega, del que se emborracha
Del que se bebe irredento el pago de la comida del mes
Queremos flores de las que intrigan y levantan falsos testimonios
Flores de las que se ensañan contra sus hijas, sus madres y sus nueras
Y albergan ponzoña en su corazón para las de su mismo género
Tantas flores serían necesarias para secar los húmedos pantanos
donde el agua de nuestros ojos se hace lodo;
arenas movedizas tragándonos y escupiéndonos,
de las que tenaces, una a una, tendremos que surgir.
Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres.
Queremos flores hoy. ¡Cuánto nos corresponde,
el jardín del que nos expulsaron!

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